La piedra que ahonda la onda,
charla, cruje y muerde,
en el recreo aislado
de las lloronas.
de las lloronas.
Cuando el tañido de las campanas
arranca el sueño
y las calles parecen caídas del silencio,
y las calles parecen caídas del silencio,
cuando los balcones visten de musas
nada en Granada como una diosa olvidada.
Cálida y lúbrica
emerge la noche,
trina la luna en el alma,
en las aceras las chavalas cantan.
Una guitarra ronca se oye a lo lejos.
Una ciudad divaga
con su perfume de adobe y algarabía de cantores
Granada, gloria de barro
y poesía ...
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