Ser tálamo o sombra
en los escombros de la noche,
que crujen.
Ser la palabra desoída,
la herencia hecha y desecha
en las paredes
un silencio de adobe
a orillas de un poema,
la herida profunda
un mar,
donde salta el delfín de la sangre,
el mudo letargo que horada las tinieblas,
la ancha noche de la la nada,
donde se prende el sin sentido de los sentidos.
Ser musgo o música,
eco de un acento perdido.
Ser la mueca del alma,
el dulce absurdo de la vida,
con sus fantasmas de polilla
en las sombras
o la otra cara de la luna,
donde anónimamente
se oculta el gesto y la bruma...
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